Sociedad

La religiosa que vivió y murió con una sonrisa en los labios y podría ser la próxima santa argentina

El arzobispo de Santa Fe, monseñor Sergio Fenoy, firmó el edicto para iniciar el camino de la beatificación y canonización de la carmelita descalza Cecilia María de la Santa Faz, que falleció a los 42 años luego de batallar contra un cáncer de lengua. Nacida en una familia tradicional, sobrina de un obispo allegado al Papa Francisco, enfermera de profesión, descubrió su vocación en el secundario. El calvario que fueron sus últimos días

El camino de una nueva santa se inició en la Argentina. Ahora, la iglesia comenzó a transitar la postulación de la Hermana Cecilia María de la Santa Faz, la carmelita cuya imagen internada en el Hospital Austral se viralizó hace casi ocho años, apenas 13 días antes de morir. Tenía una hermosa sonrisa en los labios, conservaba la belleza de la juventud y la paz en el rostro, a pesar del sufrimiento que atravesaba por su cruel enfermedad, un cáncer de lengua que se la llevó de este mundo en poco más de seis meses. El edicto para iniciar el proceso de beatificación y canonización fue firmado este 14 de febrero -tres días después que María Antonia de San José (Mama Antula) alcanzara la santidad- por el Arzobispo de Santa Fe, monseñor Sergio Fenoy y el canónigo Alexis Louvet, canciller.

La religiosa, bautizada como Cecilia María Sánchez Sorondo Bosch, es oriunda de San Martín de Los Andes, Neuquén. Pero la causa se inició en la ciudad de Santa Fe ya que vivió en la Arquidiócesis de esa localidad desde 1997, cuando hizo su ingreso al Monasterio de Carmelitas Descalzas, donde fue renombrada como Cecilia María de la Santa Faz.

Sor Cecilia María era hija del coronel Santiago Sánchez Sorondo (que murió el 28 de junio de 2002 por un problema cardíaco) y María Teresa Bosch Seeber. Y sobrina de monseñor Marcelo Sánchez Sorondo, canciller de la Academia Pontificia de Ciencias, que está en el Vaticano. Nació el 5 de diciembre de 1973, justo cuando la familia preparaba su mudanza a Buenos Aires, ya que su padre había sido destinado a una unidad militar de Capital Federal. Era la segunda de 10 hermanos y la mayor de las cuatro mujeres de la familia. A su habitación la compartía con una hermana 11 meses más chica que ella. Inquieta, revoltosa, de pequeña se intoxicó con unos remedios y debió pasar una noche en terapia intensiva. Otra vez jugaba con sus primos a ver qué auto pisaba una naranja que tiraban, pero como ninguno lograba el objetivo, ella paró un colectivo y le pidió al chofer que lo hiciera.

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